domingo, 26 de septiembre de 2010

LOS HOMBRES QUE NO AMAN A LAS MUJERES

Comienzo esta nota parodiando el título del bestseller del sueco Stieg Laarson pues me resulta muy útil, ya que viene al caso aunque a primera vista no lo parezca. Advierto esto de entrada, aclarando que sólo me refiero al título de la referida novela, porque voy a comentar un evento ocurrido el pasado mes de junio en la ciudad de Mérida, durante la celebración de la FILU, la feria del libro que anualmente realiza la Universidad de Los Andes. Ya en otro lugar he comentado la presentación de la antología poética de María Auxiliadora Álvarez Las nadas y las noches, a la que tuve la fortuna de asistir. Me referiré en esta oportunidad a las curiosas intervenciones a las que dio lugar la conferencia que la autora ofreció sobre la poesía femenina en Venezuela del siglo XX, precedida por la ajustada presentación del crítico y ensayista Víctor Bravo y seguida por un breve recital ofrecido por la propia poeta.

Digo curiosa porque se trataba de un evento académico, que debió dar lugar a juicios críticos sobre el hecho literario, sobre poesía muy especialmente, lo cual debió ser el centro de la discusión. No digo que esto estuviera ausente, claro que hubo breves alusiones al respecto. Pero lo que me pareció relevante fue la orientación del debate hacia el tema de la feminidad, hacia comentarios sobre las conductas de las mujeres, sobre todo en lo que respecta al amor y a sus relaciones con los hombres. Todo comenzó, según mi frágil memoria, cuando una señora mayor, de honorable aspecto y acento extranjero, bastante conocida y respetada pero desconocida por mí, intervino para decir: “los hombres no aman a las mujeres”. Inmediatamente captó la atención de todas las presentes, había pocos hombres en el público. Recuerdo la consecuente reacción, la mirada y la sonrisa de la amiga poeta Clea Rojas; también Víctor sonreía, pero con cierto azoro, según mi parecer. Los hombres suelen sentirse incómodos y hasta agredidos cuando se dicen cosas similares, vaya usted a saber por qué.

Tal afirmación, tan tajante y lapidaria, me dejó pensando, puesto que de entrada me pareció una generalización injusta, como toda generalización. En seguida me dije para mis adentros: bueno…pero no todos…habrá alguno que si haya llegado a amar de verdad… Más tarde, sin embargo, luego de concienzudas reflexiones sobre el asunto, no tuve más remedio que admitir que la sabia dama tenía toda la razón…Los hombres necesitan a las mujeres, las usan, las desean (sobre todo esto), las exhiben…pero no las aman…Me siento obligada a confesar aquí algo que me sorprendió descubrir en mí misma: esta revelación me llegó sin que me produjera el más mínimo dolor. Y ello me asombra, yo que siempre le he rendido culto al Amor me he quedado como si tal cosa, como si no hubiera padecido todos y cada uno de los verbos destacados arriba en negrita. ¿Será que ya estoy vieja y con ello más allá del bien y del mal? ¡Vaya por Dios! Serán cosas de la Armonía (ver en www.verbadicendi.blogspot.com, la entrada titulada Un encuentro en la FILU, para que se entienda el sentido de esta palabra). No está demás agregar aquí que ya he sido objeto de burlas de uno que otro amigo cuando les comenté lo que he expuesto, pero, en significativo contraste, debo decir también que he encontrado la confirmación de lo dicho hasta por una bella amiga a quien considero muy amada por su pareja. Interesante, ¿no?

No sólo esto se dijo sobre la feminidad, María Auxiliadora, quien vive en Estados Unidos, expresó su opinión sobre la incomprensible complicidad de las mujeres en nuestro país, en particular, y en Latinoamérica, en general, con el hecho de que sólo seamos vistas y valoradas como mujeres-objeto, sólo pendientes de las miradas de los hombres; como si nuestro papel en el mundo sólo fuera el de la seducción, el de despertar y complacer el deseo masculino. De verdad que estoy plenamente de acuerdo con lo dicho por la poeta. Ya lo había apreciado y creo que escrito en algún lugar, ya no hayamos cómo exhibir las prótesis mamarias sin el menor pudor a toda hora y en todo lugar (¿Será que estamos subconscientemente seguras de que a través del deseo es la única manera de “atraparlos”?). Después nos quejamos de que nos traten como a pedazos de carne; o de que nos tengamos que aguantar que los hombres digan de otras mujeres delante de nosotras, sin el menor respeto, cosas como “Qué buena está”, “está podrida de buena”, “está que se explota de buena” “esa es una enfermedad”. Sobre todo si el que lo dice es feo, gordo y limpio (de bolsillo, digo). Otra observación de la Álvarez, con respecto a la manera en que amamos las mujeres, es que nosotras nos “desapropiamos” de nosotras mismas, el hombre no. La mujer se entrega y se pliega, él no. El hombre conserva sus inclinaciones, hábitos y costumbres, no renuncia a nada o a casi nada.

Bueno… ¿y qué tendrá que ver todo esto con la poesía? Me preguntaba, ¿por qué tales temas en un evento sobre poesía femenina? En el breve prólogo que antecede a Las nadas y las noches, quizá haya una respuesta. En el mismo, Julio Ortega afirma lo siguiente: “Supongo que ya nadie cree en una poesía femenina, pero confío en que todos esperemos de las poetas y escritoras noticias de su exploración de lo femenino”. Luego de esta negación de la existencia de una escritura femenina, Ortega pasa a citar a autores como Derrida, Luce Irigaray y Nelly Richard que han teorizado sobre la diferencia de la mujer, sobre la crítica del lenguaje que “perpetúa roles jerarquizados”, etc. Entonces, ¿no se está hablando de una postura de las mujeres que se refleja en su escritura? ¿De una escritura femenina? ¿No es paradójico negarla para luego resaltar las diferencias que se dan en el uso del lenguaje y en la visión de mundo que se ofrece desde una pluma de mujer? Tales paradojas suelen aparecer en la crítica constantemente, no sé por qué, incluso de boca de las mismas escritoras. De modo que he aquí la posible explicación del debate al que he hecho referencia, la escritura de María Auxiliadora Álvarez da cuenta de su exploración de lo femenino y en ese sentido es una poesía femenina. Y para apoyar aún más esta afirmación, recuerdo que en un congreso realizado en Colombia un destacado profesor me dijo que la poesía de Enriqueta Arvelo Larriva sólo podía ser leída en voz alta por una mujer. ¿Y entonces? ¿Existe o no la poesía femenina?

Y para cerrar, un poema de amor (si de entrega y desapropiaciones hablamos…):

EL SONIDO DE EXISTIR

di tu nombre suavemente sobre el mío

y repítelo

cada noche

antes de cada canción

del sueño

de modo que mi nombre se vaya borrando

bajo el tuyo

y tu voz sea

el único

sonido de existir

María Auxiliadora Álvarez (2009). Las nadas y las noches. Barcelona: Candaya.

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