martes, 9 de noviembre de 2010

SOBRE MUÑECAS DE LA MAFIA, CAPOS Y DEMAS PERVERSIDADES AFINES

Hace unas cuantas noches vi que una vez terminada mi telenovela favorita, El Clon, no tuve necesidad de poner la tele en “mudo” para esperar el noticiero de las 11.30, ya que en ese espacio se trasmitía otra de esas insoportables telenovelas colombianas llenas de narcos, malandros, violentas perversidades y mujeres siliconadas en la pechuga y el trasero (No tengo duda de que Colombia es la meca de los traseros de relleno. ¿Han visto esas bellas y jovencísimas actrices con esos traseros gigantes? Parecen avispas, ¡vaya por Dios!). Suspiré con alivio porque supuse que “El Capo” había terminado y que en su lugar habían puesto el noticiero de Televen desde las 11, acertadísima reprogramación, según mi juicio. No sé por qué trasmiten los noticieros tan tarde, cuando ya el sueño nos vence, para en su lugar llenarnos “el coconut” (palabra de Fernando Vallejo) de cuanta crueldad es posible que ocurra en la sociedad colombiana. ¿Será que nos quieren mantener lo más desinformados posible?

Viendo estas telenovelas Sin tetas no hay paraíso, El cartel de los sapos, Catalina, Las muñecas de la mafia, El Capo y Rosario Tijeras me preguntaba asombrada si los colombianos no estarán hartos de tanto malandraje campante y sonante en su sociedad, para que además tengan que verlos en la televisión convertidos supuestamente en antihéroes en las telenovelas. Y digo supuestamente porque opino que la supuesta moraleja dizque dejan tales seriados no es tal, estoy segura de que tienen el efecto boomerang. No me queda la menor duda de que muchos, sobre todo los más jóvenes, se identifican con el capo (un guapo actor) o con las bellísimas chicas de los “traquetos”, a pesar del castigo final. Los que defienden tales seriados por el supuesto efecto moralizante parecen olvidar el presentismo de la época, lo que llaman posmodernidad; el inmediatismo de muchos jóvenes, según el cual, si tengo poder, armas modernísimas, bellas nenas, cuerpos magníficos, joyas, trajes lujosos, mansiones fantásticas, etc. ¿Qué importa lo que pase después?

Sin embargo, la cosa no iba por donde creí, el morboso Capo no había terminado sino que, me entero por la prensa, Conatel había ordenado su suspensión, así como la de Rosario Tijeras. Tal medida se tomó en atención a una queja del Comité de usuarios de Radio y Televisión del estado Miranda, porque los contenidos de tales bodrios incitan a la violencia, al narcotráfico y a la prostitución. ¡Aplausos!!!! ¡Qué maravilla!!!! Mi respaldo absoluto. Sin embargo, las críticas no se dejaron esperar. El Nacional, por ejemplo, incluyó el pasado domingo una entrevista al autor de El Capo y de Sin tetas no hay paraíso, Gustavo Bolívar. Este censura la medida “infantil” diciendo que “cuando los pueblos son maduros entienden que las series son ficticias”. ¿Pueblos maduros? ¿De qué hablas, Gustavito? ¿Cuáles serán esos? ¿Colombia? ¿Venezuela? ¿Y la desidia, la corrupción, la debilidad de las instituciones, el embarazo adolescente, el soborno, coima o mordida, la negligencia del empleado público, el atentado constante contra el medio ambiente, los que lanzan la basura en la calle, la paternidad irresponsable, la infancia abandonada, la drogadicción y el sida en aumento, de dónde es? ¿De cuáles pueblos maduro hablas, mijito?

Y eso no es lo peor, sino que en la actualidad el prolífico escribidor trabaja en Los tres caínes, telenovela sobre el imperio paramilitar de los hermanos Castaño. ¡Vaya, qué suerte, de lo que nos hemos librado! Alegrémonos sobre todo porque el país se ahorrará unas divisas que ya no se emplearán en envenenarnos el alma. Por El Capo y Rosario Tijeras cada televisora pagó UN MILLÓN DE DÓLARES por derecho de trasmisión y patrocinio. DOS MILLONES DE DÓLARES empleados en embasurarnos el coconut. ¡DIOS, con lo escasos que están! Claro, ¿cómo no? Con razón a este señor Bolívar parece que su imaginación no da para otra cosa. Es que explotar el morbo de estos pueblos tan maduros es más rentable que las clásicas novelas de amor, que al menos nos permiten, sobre todo a las mujeres, vivir el esquivo amor, aunque sea vicariamente.

¿No se sentirá responsable este señor de que a Colombia se le vea como el país de los sicarios y el narcotráfico? (¿Habrá leído El desbarrancadero, la novela de Fernando Vallejo?) De que en todos los aeropuertos del mundo tan pronto oyen el acento colombiano o saben de su procedencia, se les aparte, delante de todos para revisarles las maletas o quitarles los zapatos, como he sido testigo? ¿Con esa imagen que se regodea mercatilistamente en ofrecer, cómo no sentirse en algún grado culpable? Sé que en Colombia hay un debate en contra de la glorificación de la maldad y la mitificación de delincuentes, y ¡cómo no!, deben estar intoxicados de ver tanto malandro en la realidad para que después se los representen galanes en la TV.

Otros dos argumentos en contra de la medida es la alta sintonía que tales telenovelas tenían (me hacen recordar la ironía de Lope de Vega: “el pueblo es necio, para agradarle hablémosle necio”) y que debe haber libertad para todo, que los padres eduquen a su hijos, que los controlen, que cultiven valores positivos. Nada más ingenuo, como si los padres lo tuvieran fácil en una sociedad como la que tenemos. Cómo se ve que los que dicen esto no tienen hijos… Ahora si hay que ser libres en todo, bueeeeno…Entonces que los pedófilos hagan lo que quieran, que en internet acosen a los niños/as y adolescentes como se les antoje, para eso está la libertad y los superpadres…. Jejejejeje.

Para finalizar este alegato a favor de la censura de las susodichas telenovelas (nunca creí que me vería cual Index revivido ), comento una noticia que leí en el mismo periódico y el mismo día al que he hecho referencia y que me parece tiene relación con lo que he expuesto: Desmantelan la banda de “Los Benyamisn” integrada por adolescentes de 17 años. Apresan a unos, ultiman a otros, pero lo que llama la atención no es eso, acostumbrados como ya estamos al horror del delito y la inseguridad, sino que los chicos “exhibían sus fotografías y videos cometiendo fechorías por internet”, ¿qué tal? ¿Tendrá que ver esto con las morbosas series colombianas o gringas que esos chicos veían por la tele?. ¿O la coincidencia es pura casualidad?

Hermanos colombianos, no se dejen, boicoteen esos bodrios, luchen por su salud mental y por una mejor imagen de su espléndido país.