sábado, 4 de septiembre de 2010

Letizia Ortiz: El principe azul sí existe


Suele suceder con bastante frecuencia que al hablar de novios, amores, amantes y afines, nunca falta quien doctamente afirme que “los príncipes azules no existen” y que por lo tanto hay que conformarse con el poco agraciado sujeto que nos tocó en suerte. No hace mucho que proferí la mentada afirmación en una reunión con un grupo de amigas, con la variante de que en esa oportunidad tuve que recoger mis palabras cuando desde el fondo de la habitación en la que nos hallábamos emergió la vocecita de una de ellas: “dícelo a Letizia”…
No hay duda de que en el caso de la princesa española es muy difícil no creer en la predestinación. Nacida en Oviedo en 1972, en el seno de una familia de clase media, quien se hubiera atrevido ni siquiera a pensar que el 22 de mayo del 2004, se convertiría en princesa de Asturias, de su provincia natal, nada menos. Su condición de plebeya y además divorciada bien pudieron ser obstáculo insalvable para que su historia de amor con el príncipe Felipe no tuviera futuro, pero… cuando los dioses disponen, todo es posible.
Ya el príncipe lo había dicho a la prensa en varias oportunidades: “Solo me casaré por amor, con una persona que reúna, a la vez, las condiciones para ser Reina de España”. Y la elegida no era otra: Letizia Ortiz Rocasolano, quien comentará el día de noviembre de 2003, cuando se anunció su compromiso con el futuro rey: “Entiendo la sorpresa que ha causado esta decisión a casi todos, pero es una decisión madura, fruto de reflexiones my intensas y, sobre todo, con el peso y la solidez del profundo amor que nos tenemos y del proyecto común que iniciamos”. ¡Caray, cómo no dejar escapar un suspiro!...
Cuentan las crónicas sociales de su país que su matrimonio despertó una suerte de Letiziamanía que perdura en la actualidad, pues cada vez que aparece en público con el charm que la caracteriza, encarnado en una estilizada figura, trajeada en exquisitos modelos en tonos pastel, casi siempre, y desplazándose sobre sugestivos tacones de 7 centímetros, no hay quien no se sienta subyugado por su grácil presencia; encantamiento que cada vez es mayor cuando la acompañan las infantas Leonor y Sofía, verdaderas damitas de cuentos de hadas. Su imagen maternal le agrega un plus a su personalidad polifacética. No puedo dejar de preguntarme cómo de las arregla para parecer una modelo de pasarela, un personaje famoso, a la vez que una fiel esposa y afectuosa nuera, así como una madre buena y abnegada, roles que parecen excluirse.
Sin embargo no quiero dar a entender que su destino es sólo producto de la suerte o de su apariencia física: la inteligencia de Letizia salta a la vista, su profesión de periodista, de profesional comprometida con su trabajo, de aventajada estudiante, según el testimonio de amigos, profesores y familiares, así como su carácter enérgico, tenaz y decidido, son parte de las cualidades, quizás las más resaltantes, que la han llevado a tan notorio lugar en el mundo.
Tuve la oportunidad de ver a los príncipes de Asturias en persona cuando asistí al XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, puesto que ellos presidieron la ceremonia inaugural del evento celebrado en julio de 2004 en el Tecnológico de Monterrey, México. No pude dejar de apreciar la atención con la que ambos seguían los discursos de los académicos, me sorprendió que Letizia no dejara de tomar notas sobre lo que oía, revelando con ello un “vicio” profesional que no la ha abandonado a pesar de que sus compromisos de hoy sean otros. Tampoco se puede dejar de comentar la “sensación” que causó por su belleza y elegancia, vuelven a contar las crónicas que su paso despertaba gran admiración en el público quien no se cansó de gritarle: “¡Guapa, guapa!”, cuando no aplaudían al paso de la pareja real.
Esa visita a México, recién casada, fue muy importante para la princesa ya que le permitió renovar lazos con el país azteca. Su interés por Latinoamérica y su gente la llevó a México, una vez graduada de periodista en la Universidad Complutense de Madrid, para realizar el último curso de la Maestría de Comunicación Social, lo que le permitió hacer prácticas en Guadalajara en el periódico Siglo XXI, escribiendo para Tentaciones, un suplemento cultural y de ocio, donde Letizia colaboró haciendo crónicas sobre la vida nocturna, la dinámica de la calle y sobre libros y escritores, dada su afición por la lectura.
Luego de esa pasantía que fue breve, sólo nueve meses, pero muy provechosa, siguió una carrera ascendente en la televisión lo que reveló sus ambiciones profesionales: primero trabajó para la cadena norteamericana Bloomberg TV, canal especializado en economía, finanzas y mercado con sede en España y bajo la supervisión de la agencia EFE Televisión. Más tarde se incorporó al equipo de CNN plus donde fue redactora y reportera. En el año 2000 se incorporó a la Televisión Española, al equipo del Telediario y del Informe Semanal, actividades que la hicieron merecedora del premio “Larra”, otorgado por la Asociación de la Prensa de Madrid al periodista menor de treinta años más distinguido ese mismo año.
Ante tan destacadas actuaciones no es posible dejar de preguntarse si en su nuevo rol de esposa y futura reina, no echa de menos sus actividades e intereses profesionales. Quizá resulte interesante atender un poco a las opiniones emitidas por su colega y amigo, Fran Ruiz, español que compartió con ella lo que la prensa de su país llama su “aventura americana”: “Apuesto a lo que sea a que el futuro de la monarquía va a ser interesante con la aportación de Letizia, porque no aceptará una vida pasiva, porque no forma parte de su personalidad periodística. La futura monarquía de Felipe VI va a dar que hablar con Letizia en ella. Es una mujer moderna, de mundo, eso le da una visión muy amplia”. Asumo las predicciones de Ruiz, aires renovadores le esperan felizmente a la monarquía de España, donde el papel de las mujeres será más relevante, recordemos la discusión que actualmente se ventila en ese país sobre la posibilidad de derogar la ley sálica que prohíbe reinar a las mujeres, a propósito del nacimiento de la infanta Leonor.
Sin embargo, no todo es color de rosa en la vida de la realeza, así como sus integrantes son objeto de admiración y pleitesía, también lo son de la curiosidad y la maledicencia, dicen ciertas crónicas que Letizia no se lleva bien con sus cuñadas, la Infantas Elena y Cristina, quienes supuestamente la detestan celosas por el cariño y favoritismo que le dispensa la reina Sofía. Esto sin contar los ataques que se le han dispensado sobre todo por el dibujo que el pintor cubano Waldo Saavedra le hizo en México, donde aparecía con el torso desnudo y que ilustró el álbum Sueños líquidos, del grupo Maná.
Por mi parte fui testigo en Monterrey de una discreta manifestación de rechazo de un grupo que protestaba con carteles frente al museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad, donde se celebraba la fiesta de bienvenida a los participantes en el congreso al que ya hice referencia. Los carteles protestaban contra Repsol y la “segunda conquista de América”. Haya razón en ello o no, me fue imposible sustraerme al gesto rebelde y me cuestioné sobre de qué lado debería estar yo, una plebeya habitante de la Sudamérica oprimida. La verdad es que no sé por qué en este caso (y sólo en este) seré tan monárquica que me pondré del lado de Letizia. Sólo puedo argumentar en mi defensa con las cínicas frases que el malvado vizconde de Valmont se excusa por su desamor ante la Presidenta de Tourvel, en la famosa novela epistolar francesa del siglo XVIII, Las relaciones peligrosas: “Lo siento, no es mi culpa. No lo puedo remediar”. A sus pies Alteza…

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