jueves, 14 de julio de 2016

SOBRE “LOS PUENTES ROTOS”, DE JHONNY GAVLOVSKI


Siempre me han producido envidia actores y actrices por su capacidad de dejar de ser ellos mismos para convertirse en otros, cada vez que salen a escena y, de paso, convencernos de ello; sin contar la proeza de memorización de la que me confieso incapaz. Acabo de presenciar Los puentes rotos,  monólogo del dramaturgo venezolano Jhonny Gavlovski, dirigido por José Ramón Castillo y representado por la talentosa y polifacética Amarú Mond, alias Caribay Vanegas,  por lo que lo me permito recomendarlo ampliamente, ya que durante estos días se está llevando a cabo el final de temporada.

Descalza, ataviada con una delgada túnica, tan apropiada para quien desnudará múltiples emociones con desgarro y sin pudor, la actriz encarna tres personajes femeninos, -abuela,madre e hija- principalmente, junto a otras voces que ocasionalmente se asoman para completar el climax dramático de la obra. La tantas veces difícil, por paradójica, relación entre madres e hijas, todo un tópico de la literatura, sobre todo de la escrita por mujeres, se hace presente aquí abarcando gran parte de los traumas, desencuentros y carencias que tal relación conlleva, como si de una relación de amor /odio se tratase. La acertada penetración en un problema esencialmente femenino quizás se la deba Gavlovski, según creo,  a su profesión de psicólogo clínico.

Amor/ odio, sí, será lo que une a la vez que separa a tres generaciones de mujeres, desgarradas por la incomunicación, los rencores,  por el profundo amor que se tienen y la culpa por no poder manifestarlo. Embarazos no deseados, la amenaza del aborto, el egoísmo y la incomprensión, la frustrada relación con los hombres, la infaltable crueldad, se barajan aquí frente a un espectador que, desde su asiento, tan cercano a la actriz y por ella confrontado repetidamente, no sin toques de humor, se siente parte de un drama tan humano y por ello nada ajeno a las vivencias de cada uno.       

La intimidad de la sala de teatro “Rafael Daboín”, de la UNET, se presta para lograr  esa cercanía con el público, gracias a una escenografía sobria, donde el claroscuro subraya los contrapuestos sentimientos,  simbolizados por el agua que se derrama en escena y, valientemente,  sobre la propia actriz. Las cuerdas que, colgando del techo, se atan y se rompen pretenden significar esos “puentes rotos”, que sólo la manifestación del amor, así sea a través del grito o del llanto, es capaz de recomponer.

Felicitamos a José Ramón Castillo por esta puesta en escena, siempre fiel a su vocación por el teatro y a su devoción por Gavlovski, uno de sus dramaturgos de culto, así como a Amarú Mond,  por  la intensidad con la que nos conmovió gracias a su expresivo y  natural talento.

Jhonny Gavlovski

viernes, 8 de julio de 2016

EL AMOR EN PRIMER PLANO



 El pasado jueves 30 de junio se inauguró en nuestra Universidad de Los Andes, Táchira, la Sala de Arte y Ensayo Freya Rodríguez, biblioteca y hemeroteca, como merecido homenaje a esta  buena amiga que se nos fue tan repentinamente, sin que se nos diera el preaviso, como bien dice una canción del inolvidable maestro Simón Díaz. Luego de las palabras de su inseparable compañero, el profesor Ramón González Escorihuela, dichas en nombre propio y el de su hijo Víctor, con las cuales hizo la donación a la sala de parte de la biblioteca especializada en cine y teatro que perteneció a Freya, se presentó el cuaderno # 2, editado por la Fundación Cultural Bordes y el Cine Club ULA, Táchira, cuyo título precede esta nota. Se trata, como lo dice la contraportada, del capítulo medular de la memoria de grado que nuestra querida colega presentó para obtener la licenciatura en Periodismo, en nuestra universidad. La misma se titula El amor en el cine (Hollywood “Época de Oro”, 1930-1960), cuyo objeto de estudio fue el tratamiento del amor en esa época de “auge y esplendor” del cine norteamericano.

Pero antes de entrar a reseñar el contenido del mencionado cuaderno, de grata y nutritiva lectura, quiero detenerme un tanto para ofrecer un perfil de su autora, a la que no dejamos de recordar. Se nos hace presente en este instante su preclara inteligencia, así como su diligente y pequeña figura, andando por los pasillos de la ULA, con alguna idea que rebullía en su cabeza, una película que contar y recomendar, algún libro, obra de arte u objeto hermoso  que mostrarnos,  denotando siempre su exquisito gusto y pasión por las cosas bellas. Y pasión sería la mejor palabra para definirla. Su apasionada vocación por el cine y el teatro, por las historias de amor, por las estrellas del celuloide, se delataba ante todo el que la conocía. Recordamos la sonrisa de complacencia con la que nos retribuyó, cuando nos  mostraba en su casa una espléndida  biblioteca sobre temas de cine y teatro, así como sus fotos de juventud, y apreciamos su gran parecido con Audrey Hepburn; nada menos, una de las estrellas que tanto amaba.

De su natal Barcelona, España,  se vino a Venezuela donde continuó sus estudios y su participación en grupos teatrales, en la ciudad de Caracas. Luego, en Mérida,  también nos dice la contraportada del cuaderno que reseñamos, mantuvo estrecha cercanía con el Departamento de Cine de la Universidad de Los Andes y participó en la fundación del primer sindicato de radio y televisión. Ya en San Cristóbal, fundó el Cine Club “La Linterna Mágica” y el de la ULA, Táchira, donde estuvo al frente de la Dirección de Cultura y creó la cátedra de Teoría y Crítica Cinematográfica.  Fructífero legado el suyo, fue toda una dama de la cultura, cualidades que tanto apreciamos los que la admiramos y quisimos con bien.   


La lectura del cuaderno del que hacemos mención  permite darnos cuenta de la influencia que los filmes han tenido sobre “los modos de percibir, pensar y sentir” de hombres y mujeres contemporáneos. Es así como, según esta visión, adquirimos una deuda con Hollywood, pues le debemos parte de nuestra  concepción del mundo,  dadas unas producciones propias  de este “paradigma de la industria cinematográfica” que impusieron el estilo rutilante que ha cautivado nuestra imaginación. Es por ello que la autora centra su atención como investigadora en la “Época de Oro” del cine norteamericano y en uno de sus más frecuentados temas: el amor.


No es el amor un género con características propias, nos dice, como el western o la comedia, puesto que su tratamiento no ofrece unas características que lo conviertan en un género identificable como tal. Sin embargo, es una constante tanto del western y la comedia romántica, musical y humorística, según lo ya dicho,  como del cine negro y el de ciencia-ficción. La razón de tal omnipresencia la encuentra la autora en el carácter optimista del cine norteamericano de la época, de la autoconcepción de ese país como “tierra de oportunidades”. De modo que “el amor, en primer plano o como telón de fondo, siempre está presente en la filmografía norteamericana”

Este trabajo nos revela además el porqué no nos suelen satisfacer las adaptaciones  de obras literarias al cine, cuando  no logran la sugestión ofrecida por la obra escrita. Y es que el cine norteamericano, afirma la investigadora, es “un maestro consumado en el difícil arte de la representación de la conducta”, pero “brilla menos cuando trata de plasmar la vida interior, el ancho, delicado, y a menudo contradictorio mundo de la subjetividad”.

Apoyándose en una documentación muy amplia sobre el tema del amor que pasa por Platón, Ovidio, Sthendal, Freud, Fromn, Marcuse, Rougemont, Alberoni, Baudillard y Barthes, la autora contrasta las ideas aportadas por tales fuentes con las suyas propias, y con las miradas que sobre el amor ofrecen los filmes hollywoodenses de la época en estudio.
No es posible pasar por alto, como complemento a lo expuesto sobre ese gran arte de la seducción, la sobria y atractiva diagramación de este cuaderno, así como la inclusión de sugestivas fotos, en blanco y negro, de varias de las estrellas del “Star System”, que tanto han cautivado la imaginación de los espectadores. Marilyn Monroe, Ava Gadner, Kim Novak, Ingrid Bergman, Clark Gable, Jamen Mason y Humphey Bogart, entre otros, nos hechizan con su presencia desde estas hojas una vez más y como siempre.


No quiero dejar de reconocer aquí, para finalizar, la labor de la Fundación Cultural Bordes  (a Fania Castillo, Otto Rosales, Anderson Jaimes y Osvaldo Barreto) por su constante empeño como promotores de la cultura en nuestra ciudad, desde varios ámbitos y manifestaciones artísticas. Vaya de nuestra parte una palabra de aliento y gratitud para que se multiplique este esfuerzo editorial y sean muchos más los cuadernos que están por editarse, siguiendo en interés y calidad a este segundo número. Sólo resta acometer la  lectura atenta del mismo, del cual apenas hemos compartido algunas ideas; otra razón más para que  permanezca en nuestra memoria agradecida, Freya  Rodríguez: franca, polémica, frontal, sensible. alegre y reflexiva, toda una personalidad de nuestra comunidad ulandina.


Freya Rodríguez (2016). El amor en primer plano. San Cristóbal: Cuadernos Bordes #  2.