sábado, 3 de noviembre de 2012

ALTHEA BASTIEN EN THE NATIONAL MUSEUM AND ART GALLERY


No hay duda de que los viajes son parte de lo que coloquialmente llamamos la “Universidad de la vida”.  Seguro que todos estarán de acuerdo conmigo si afirmo que durante nuestro peregrinar por el mundo nos salen al paso costumbres, monumentos, curiosidades, delicias culinarias, música, danza, libros y, por supuesto, personalidades que nos sorprenden hasta el punto de sentirnos un poco avergonzados de no haber tenido, mucho antes,  noticias  de todo ello. El mundo es ancho y ajeno, qué duda cabe. En esta mi corta estancia en Trinidad he tenido la fortuna de conocer, a estas alturas de mi existencia, a  Calipso Rose, la famosa reina del Calipso; a  Mia Gormandy,  steelpanista de concierto, y a Berta Rojas, virtuosa guitarrista paraguaya, connotada intérprete de la música de su coterráneo, el no menos virtuoso Agustín Pío Barrios, mejor conocido como Mangoré, compositor y ejecutante de la guitarra. Desde aquí, un saludo lleno de admiración para tan talentosas damas.

En esta oportunidad quiero registrar mi encuentro con Althea Bastien, pues tuve el privilegio de contemplar extasiada su exposición de batiks, en la que muestra  varios de sus trabajos en el National Museum and Art Gallery, en Port of Spain,  hasta el 19 de noviembre del corriente mes. Resumo la información que he recabado sobre su figura en la prensa y en el programa de apoyo a la exposición, firmado por Kenwyn Crichlow . Incluyo además la foto que, gentilmente, la artista se dejó tomar. Vi en ella a una mujer serena y observadora, virtudes que se corresponden con el arte que cultiva con maestría desde 1967. Se trata de una virtud poco común hoy en día, de allí que  Althea no sea muy optimista sobre el futuro de este arte, y así lo dice: “Batik is a long and laborious process, and the young people are in a hurry”.

Althea Bastien vivió en Londres durante 10 años, adonde fue para graduarse de maestra. Allí la picó “el gusanillo del batik”, como ella misma dice. Observando a los artistas londinenses, compró libros y se formó a sí misma.  Luego, al retornar a Trinidad, trabajó en una escuela primaria y  fundó su taller textil en el que pasó horas y horas trabajando en sus telas para poder cumplir con la alta demanda que estas acarrearon. Una vez dominadas  las técnicas de su oficio, Althea trabaja en su país hasta el punto de representar y definir una estética trinitaria en el arte del batik. Se trata de unos colores, texturas, temas, técnica y estilo que le pertenecen de suyo y la definen. Es toda una pionera, además de una perfeccionista, según confiesa, a la que le gusta jugar con los colores y que repite su trabajo hasta estar totalmente satisfecha. Se ha convertido en una de las artistas mejor conocidas en Trinidad y Tobago. Sus trabajos se han expuesto en Londres, Grenada, Jamaica, Bahamas, Suiza, Suriname, Suecia, Brasil y Washington. 

Su casa es un “almacén lleno de trapos”, que no puede botar porque cada pieza podría ser utilizada en un momento dado. Allí  trabaja duro, con químicos, ceras, calor, colorantes. Es algo muy laborioso de lo que quisiera retirarse, dada su edad, pero que permanece en ella por amor a su arte. Su reputación ha sido bien ganada gracias al ansia de conocimiento y a la espontaneidad que muestran metros y metros de sedas plenas de color, tentadores diseños, formas y texturas. Las telas le hablan, revela. La experimentación en sus dibujos y diseños demuestran su interés por expresar su creatividad de diferentes maneras. Actualmente, su interés se ha desplazado de la fabricación de telas a la realización de collages, en los que da rienda suelta a su expresión creadora sin el enorme esfuerzo que las telas conllevan. Y aunque ella considera que está en el ocaso de su carrera, no hay duda de que todavía le queda mucho por ofrecer,  reavivando el interés por una forma de arte  al que la mayoría de la gente le presta  poca o ninguna atención.  Ella espera que la gente joven aprecie los beneficios del batik y que desarrolle un legítimo interés por este arte, a pesar del intenso trabajo que implica y de que los jóvenes sólo esperan resultados rápidos. Aunque su jardín es la mayor pasión que la posee hoy día, Althea estaría dispuesta a enseñar, a niños y jóvenes, un arte que aún que ofrece grandes posibilidades.  Prueba de su vigencia es la hermosa exposición que todavía es posible disfrutar.


miércoles, 31 de octubre de 2012

UN PEDAZO DE LA INDIA EN TRINIDAD & TOBAGO

Una de las características que me ha interesado más sobre Trinidad & Tobago es su multiculturalismo, rasgo que lo define como país. Aparte del calipso, la parang y la música interpretada con steelpan, de mi mayor encanto, la cultura india atrapa especialmente mi atención.  No sé si es verdad que las coincidencias no existen, que todo tiene su razón de ser, pues la India continúa siendo una materia pendiente en la historia de mis viajes, así que, en compensación, he encontrado aquí algo de ese enorme país. Reuniendo coincidencias, en Venezuela comenzaron a transmitir, poco después de mi partida para Trinidad, una telenovela brasileña: “India, una historia de amor”. La misma se centra en el triángulo amoroso entre Maya, una joven rica de la casta de los comerciantes, y sus dos amores: Bahuan, un amor prohibido porque se trata de un “dalit” (un “intocable”) y su segundo amor, Raj, el marido con el que la casa su familia, en un matrimonio “arreglado”, del que se enamora y al que le oculta que ella espera un hijo del dalit. Se trata de una telenovela de la reconocida autora Gloria Pérez, la misma que escribió El Clon, otra telenovela brasileña de mucha sintonía en el país. Resulta que esta historia de amor  tuvo un gran éxito en el 2009, cuando fue premiada con el International Emmy Award, como la mejor del año. He podido seguirla por youtube y me ha cautivado totalmente. El exotismo que se nos muestra, traducido en el precioso vestuario, lleno de velos y colorido, en las joyas, adornos y maquillaje, así como la alegría trasmitida por bailes y música, sin olvidar las locaciones filmadas en el propio Rajastán, lugar de la India donde se desarrollan los acontecimientos, nos recrea con mucho acierto una India propia de Bollywood.

Como contrapunto al mundo de ficción, he podido tener un breve contacto con un pedacito de la India trasplantado a Trinidad. Debo mencionar la visita al Museo Indio del Caribe, único de su clase en el mundo, donde se nos habla de la presencia de la cultura de ese país en la región. Tampoco puedo olvidar los dos espacios sagrados: el Dattatreya, centro de yoga y meditación,  considerado  el Taj Majal del Caribe, así como el Templo sobre el Mar. En este lugar los ciudadanos de origen indio incineran a sus muertos, según la costumbre ascentral. Dato curioso es que ese templo fue construido por  el devoto trabajador inmigrante, Sewdass Sadhu, durante 17 años, cargando los materiales en su vieja bicicleta, en ese preciso lugar, Waterloo, elegido porque  las orillas del mar le recordaban al sagrado Ganges. 

De modo que se trata de una comunidad que tiene una gran relevancia dentro de la sociedad trinitaria, tanto en el mundo de la política como en la economía. La primera ministra, Kamla Persad Bissessar, así como gran parte de los médicos del país, según nos informaron en el museo, son de origen indio. Por mi parte, lo poco que he podido comprobar, gracias a mi inconfesable pasión por el shopping y, en especial, por la ropa y accesorios indios, es que los empleados de esas tiendas son amables, muy sonrientes y confiados. Mis amigas y yo hemos notado que los trinitarios, en general,  no son de sonrisa fácil, y que se nos persigue con desconfianza en las otras tiendas, como si se sospechara de posibles robos (parece que l@s venezolan@s no tenemos muy buena fama aquí, al menos eso me han dicho. Parece mentira… Estamos tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, ¡cuánto nos desconocemos!). Sin embargo, los indios son lo opuesto, demasiado confiados, no te persiguen y hasta se han ido a la trastienda, dejándonos junto a objetos que bien podríamos desaparecer sin que se dieran cuenta. Además, la dulzura y la calma que reflejan y trasmiten me han parecido notables. Me pregunto a qué se deberá esto. ¿A que son una comunidad muy religiosa? ¿A su devoción por Lord Ganesha, el dios con cabeza de  elefante? ¿O es simple apariencia, primera y superficial impresión de turista? Es posible…

Pues le ha tocado al Daily Express, uno de los diarios trinitarios de mayor circulación, mostrarme la otra cara de la moneda. En un sustancioso reportaje, el diario comentaba la infame situación de muchas viudas en la India, contándonos  la historia de Lalita Goswami, quien luego de enviudar de un sacerdote hindú, que la golpeaba y abusaba de las drogas hasta morir por una sobredosis, quedó sola con sus tres hijos. En consecuencia, su cuñado la expulsó de su casa; su propia familia, a la que tuvo que acudir en su desamparo, la consideró una carga económica e incluso  los vecinos la menospreciaron. En vista de esto,  la madre decidió enviarla a Vrindavan, una ciudad del centro de la India, conocida como la Ciudad de las Viudas. La conclusión que Lalita sacó de tal situación fue que a pesar del horroroso matrimonio, era mejor estar casada. 

Hoy en día cerca de 15.000 viudas viven en Vrindavan, donde se dice que creció el dios Krishna. Se trata de una ciudad de 4.000 templos, a la que hoy acuden muchas viudas para escapar del abuso que padecen en sus hogares, ya que los parientes de los respectivos maridos no les permiten heredar lo que les corresponde. Las condiciones de vida son realmente precarias para estas viudas, quienes viven en ashrams sostenidos por la caridad pública. Tal situación podría explicar la costumbre ascentral, conocida como sati, según  la cual las viudas se arrojaban a la pira en la que se incineraba al marido, su único sostén y protector. Esta práctica ha sido prohibida, pero las viudas no han podido deshacerse de su estigma, ya que son consideradas pavosas, sobre todo para la cultura Bengalí. Su presencia en bodas y festivales es rechazada y hasta su sombra es consideraba de mala suerte. En resumidas cuentas, las viudas son tratadas como “intocables”. 

Tal falta de humanidad ha preocupado a las autoridades hasta el punto de que la Suprema Corte ha ordenado mejorar la vida de las mujeres en Vrindavan, debido sobre todo al reciente hallazgo de cuerpos envueltos en sacos y lanzados al río. El gobernador del Oeste de Bengala, lugar de donde proceden la mayoría de las viudas que viven en los ashrams mencionados, ha prometido dirigir algún presupuesto para mejorar tan vergonzosa situación. Aunque muchos trabajadores sociales desconfían de tales iniciativas, ofrecidas en el pasado, pero que no llegan a concretarse con éxito en la práctica. Todo este drama se resume en las palabras de Guddi, una viuda de 70 años: “Si yo hubiera nacido hombre, mi vida hubiera sido mejor”.

Es claro que estos prejuicios se han mantenido sobre todo en las zonas rurales y que en la actualidad la situación de las viudas no es así de extrema en las ciudades. Las cosas han mejorado para muchas de ellas, ahora pueden casarse de nuevo y heredar. Pero las desigualdades continúan y es esta la razón de mi reflexión. ¿Cómo un pueblo tan religioso y rico en tradiciones y sabiduría, con gente tan dulce y sonriente,  puede albergar tan grandes contradicciones como la de la discriminación hacia mujeres y dalits?  Pensando en todo esto recordaba a un apreciado académico indio, quien en una reunión de hispanistas nos comentaba sonriendo con condescendencia: “todos hablan de la espiritualidad de la India, pero nadie del materialismo de la India”. Y es en  medio de ese materialismo, tan evidente en la telenovela a la que me he referido, en la que se muestra reiteradamente el regusto por los bienes materiales de la casta de comerciantes, donde se evidencia también el sometimiento de la mujer. En una escena de la novela, Maya le dice a Raj, refiriéndose secretamente al hijo que tuvo con el dalit: “Si tú cometes un error, eres purificado por Pandit, el sacerdote, con las aguas del Ganges, y no pasa nada. Si yo cometiera un error me azotarían y tendría que arrojarme a un pozo”.

Las mujeres no podemos descuidarnos con respecto a las conquistas logradas, prueba de ello es el caso de la adolescente pakistaní Malala Yousafzai, quien en días pasados recibió unos disparos en la cabeza, que la tuvieron al borde de la muerte, de manos de activistas talibanes. Malala, con sólo 15 años, se había hecho célebre debido a su lucha por evitar que a las niñas de la zona donde vive se les prohíba asistir a la escuela y educarse. Un diario por ella escrito, donde expresaba sus protestas, salió a la luz pública gracias a la prensa mundial. Eso fijó su sentencia de muerte. Actualmente la joven se recupera, luego de ser atendida en un hospital del Reino Unido. Parece que es una constante de las religiones o, mejor dicho, de la interpretación que el patriarcado hace de sus postulados, como bien afirma Fátima Mernisi, haciendo referencia al Corán, el dictaminar que la mujer es inferior al hombre y que por ello le debe obediencia. Una realidad que ni Bollywood puede soslayar. NAMASTE!

martes, 24 de julio de 2012

CUANDO TU CUERPO YA NO ES EL QUE ERA


Hace un buen rato que quería escribir sobre o, quizás más bien, para la Fundación SenosAyuda. Lo que disparó mi interés, en primer lugar, fue el monólogo que la actriz Tania Sarabia ha presentado a lo largo del país, narrando con mucho humor su experiencia como mujer que luchó y superó un cáncer de mama. Tuve la oportunidad de verlo en un centro comercial de San Cristóbal, mi ciudad, y quedé gratamente impresionada por la solidaridad de esta actriz con todas aquellas mujeres que han padecido tan cruel enfermedad. En su monólogo, Tania cuenta fabulando su vida, que no es sólo la suya propia sino la de nosotras, las mujeres de su generación. Experiencias comunes como las tribulaciones de la infancia, las incomodidades de la adolescencia, los primeros amores, maridos y desamores, desfilan con desparpajo en su estilo campechano y franco, provocando la hilaridad de su público y desdramatizando, a su vez, la terrible circunstancia que es motivo y tema de su performance.

La otra razón que me movía a escribir fue el constatar que el cáncer de mama es una realidad nada lejana a mi entorno. La muerte de una vecina en sus tempranos cuarentas, la mutilación del seno de la madre de una de mis alumnas, la muerte de la recordada y admirable Mis Venezuela, Eva Ekval, en la plenitud de su belleza y juventud, me inquietaban. Inquietud mezclada con la incomodidad que me produjeron dos datos que el acto políticamente correcto de Tania no osó revelar: la fundación lleva una estadística que confirma que EL 60%  DE LAS MUJERES DIAGNOSTICADAS CON CÁNCER DE MAMA SON ABANDONADAS POR SUS PAREJAS. Terrible dato sólo superado por las parejas de LAS MUJERES QUE PADECEN CÁNCER DE ÚTERO, QUIENES SON ABANDONADAS POR EL 90% DE SUS PAREJAS; dato proporcionado por los médicos que acudieron al programa Responsabilidad Social, de Televen, conducido por la periodista Elvia Herrera hace unos meses atrás. ¿Comprueba esto lo que escribí sobre los hombres que no aman a las mujeres, en entrada anterior de este blog? Quizás…
Sin embargo, lo que mi escritura quiere compartir con  SenosAyuda en esta ocasión     son unos poemas de la escritora, poeta y artista plástica nacida en Argentina y ciudadana canadiense desde 1977, Nela Río. Los mismos llegaron a mis manos gracias a mi buena amiga la profesora Elena Palmero. Leí su interesante ensayo sobre Nela en la revista cubana Islas. En el mismo comentaba el poemario Cuerpo amado, en el que se tematiza la dramática experiencia de la mutilación del cuerpo femenino. De entrada me llamó la atención que tal experiencia pudiera alcanzar rango poético, que el comprobar con las manos que el cuerpo ya no es el mismo, porque ha pasado a  definirse por la ausencia, pudiera transmutarse en imagen lírica, como sucede en el poema El rumor del cristal:

Su cuerpo es tan liso que parece un espejo
la ausencia es tan sólo una larga cicatriz.
Las manos lamiendo la piel
de arriba a abajo,
de abajo a arriba,
cubren el pensamiento
con monotonía.
Los días vividos la rodean
como un bosque que durmiera al mediodía.
Recuerda la presencia
que hoy habita la ausencia
como un ojo abierto.
Los párpados con fondos enormes
rozan presagios sin pestañas.
De pronto su cuerpo tiene un mar adentro
y escala hasta la orilla.
Respirar es una mano
que enturbia
la limpidez de la ventana

El rumor del cristal es tan leve
como un cuarto vacío

La tragicidad de una realidad revelada por el espejo al que hay que atreverse a encarar, cueste lo que cueste, es lo que ella confronta con coraje en La infatigable realidad, una nueva vida que se reconstruye desde la pérdida:

El nuevo sentido
de un cuerpo carente
                                   de simetría
embriagado por la verdad que aterra
desciende lento
al fruto que delata el fuego.
Ella atisba la incesante realidad,
lo revertido en el origen.
En tardes vagabundas se había visto
reflejada en los espejos
que ardían quemando sombras
en los ojos obstinadamente cerrados.
En esa imagen al borde indeciso de la luz
construía su vida
como un espíritu encarnado
humeando deseos en la exacta furia del vacío.

El espacio se abría a bocanadas
disolviendo la obstinación mineral de los días.

Porque a pesar del vacío, ella continúa allí, luchando contra las sombras. Ella se habita, dice el poema, no se rinde a pesar de que a veces no se reconozca. El despojo esta ahí, sí, pero también aquella que siempre fue, rescatada por el recuerdo del amor:
Ella habitaba su cuerpo
tratando de encontrarse.
Era difícil de entender que sin estar toda entera
palpitaba la misma que ella conocía.
La ausencia, como una aromática presencia,
pies desnudos sobre el musgo,
silencio de agua sin cintura,
dejándole la forma de un grito arrebatado.
Su recuerdo dibuja el pezón
y la exacta comunicación con el centro.
Hay un vacío largo de silencio mudo.

Recuerda los besos

y el pecho hundido se levanta aunado a la luz.

Al final se sale a flote, la vida siempre retoña: Camino a la vida es un canto al renacer, al coraje, a la gratitud hacia el cuerpo que noblemente nos sostiene:

Vivo la vida
como si hubiera nacido
en la mitad de la vida.
Miro mi cuerpo y admiro
su valor.
Me habito con orgullo.
Adopto la ausencia de mi pecho
y lo amo como a un huérfano.
Su existencia quema sin arder.
Al apoyar la mano
algo se agita
un desorden, un revuelo de ansiedades,
y claramente mi nombre.

En la poesía de Nela Río las sombras dan siempre paso a la luz, el amor salva bajo cualquier circunstancia y a cualquier edad. La madurez dibuja un nuevo paisaje, quizá menos bello, pero todavía en plenitud. La vida tiene alas, dice, mientras la pasión siga en vela:
Hoy espero tu primera mirada.
¿Gota de cera sellando nuestros días?
Contemplo tu proximidad
en los escalones de la calle.
Abro la ventana cuando tú apareces
y descorro las cortinas:
no quiero que el velo pasajero
me desfigure con su delgadez.
Me quito el vestido dejando que la luz
ponga más  caminos en mi piel.
Sé que soy todas y una
cuando se espera
la primera mirada.
Te hallo a mi lado
cuando abres los ojos
como una historia conocida.
Deseo tu cuerpo contra el mío
digo
y la vida tiene alas.

Vaya desde aquí un saludo a las poetas cuya palabra salva y a las mujeres cuyo coraje ennoblece.