martes, 24 de julio de 2012

CUANDO TU CUERPO YA NO ES EL QUE ERA


Hace un buen rato que quería escribir sobre o, quizás más bien, para la Fundación SenosAyuda. Lo que disparó mi interés, en primer lugar, fue el monólogo que la actriz Tania Sarabia ha presentado a lo largo del país, narrando con mucho humor su experiencia como mujer que luchó y superó un cáncer de mama. Tuve la oportunidad de verlo en un centro comercial de San Cristóbal, mi ciudad, y quedé gratamente impresionada por la solidaridad de esta actriz con todas aquellas mujeres que han padecido tan cruel enfermedad. En su monólogo, Tania cuenta fabulando su vida, que no es sólo la suya propia sino la de nosotras, las mujeres de su generación. Experiencias comunes como las tribulaciones de la infancia, las incomodidades de la adolescencia, los primeros amores, maridos y desamores, desfilan con desparpajo en su estilo campechano y franco, provocando la hilaridad de su público y desdramatizando, a su vez, la terrible circunstancia que es motivo y tema de su performance.

La otra razón que me movía a escribir fue el constatar que el cáncer de mama es una realidad nada lejana a mi entorno. La muerte de una vecina en sus tempranos cuarentas, la mutilación del seno de la madre de una de mis alumnas, la muerte de la recordada y admirable Mis Venezuela, Eva Ekval, en la plenitud de su belleza y juventud, me inquietaban. Inquietud mezclada con la incomodidad que me produjeron dos datos que el acto políticamente correcto de Tania no osó revelar: la fundación lleva una estadística que confirma que EL 60%  DE LAS MUJERES DIAGNOSTICADAS CON CÁNCER DE MAMA SON ABANDONADAS POR SUS PAREJAS. Terrible dato sólo superado por las parejas de LAS MUJERES QUE PADECEN CÁNCER DE ÚTERO, QUIENES SON ABANDONADAS POR EL 90% DE SUS PAREJAS; dato proporcionado por los médicos que acudieron al programa Responsabilidad Social, de Televen, conducido por la periodista Elvia Herrera hace unos meses atrás. ¿Comprueba esto lo que escribí sobre los hombres que no aman a las mujeres, en entrada anterior de este blog? Quizás…
Sin embargo, lo que mi escritura quiere compartir con  SenosAyuda en esta ocasión     son unos poemas de la escritora, poeta y artista plástica nacida en Argentina y ciudadana canadiense desde 1977, Nela Río. Los mismos llegaron a mis manos gracias a mi buena amiga la profesora Elena Palmero. Leí su interesante ensayo sobre Nela en la revista cubana Islas. En el mismo comentaba el poemario Cuerpo amado, en el que se tematiza la dramática experiencia de la mutilación del cuerpo femenino. De entrada me llamó la atención que tal experiencia pudiera alcanzar rango poético, que el comprobar con las manos que el cuerpo ya no es el mismo, porque ha pasado a  definirse por la ausencia, pudiera transmutarse en imagen lírica, como sucede en el poema El rumor del cristal:

Su cuerpo es tan liso que parece un espejo
la ausencia es tan sólo una larga cicatriz.
Las manos lamiendo la piel
de arriba a abajo,
de abajo a arriba,
cubren el pensamiento
con monotonía.
Los días vividos la rodean
como un bosque que durmiera al mediodía.
Recuerda la presencia
que hoy habita la ausencia
como un ojo abierto.
Los párpados con fondos enormes
rozan presagios sin pestañas.
De pronto su cuerpo tiene un mar adentro
y escala hasta la orilla.
Respirar es una mano
que enturbia
la limpidez de la ventana

El rumor del cristal es tan leve
como un cuarto vacío

La tragicidad de una realidad revelada por el espejo al que hay que atreverse a encarar, cueste lo que cueste, es lo que ella confronta con coraje en La infatigable realidad, una nueva vida que se reconstruye desde la pérdida:

El nuevo sentido
de un cuerpo carente
                                   de simetría
embriagado por la verdad que aterra
desciende lento
al fruto que delata el fuego.
Ella atisba la incesante realidad,
lo revertido en el origen.
En tardes vagabundas se había visto
reflejada en los espejos
que ardían quemando sombras
en los ojos obstinadamente cerrados.
En esa imagen al borde indeciso de la luz
construía su vida
como un espíritu encarnado
humeando deseos en la exacta furia del vacío.

El espacio se abría a bocanadas
disolviendo la obstinación mineral de los días.

Porque a pesar del vacío, ella continúa allí, luchando contra las sombras. Ella se habita, dice el poema, no se rinde a pesar de que a veces no se reconozca. El despojo esta ahí, sí, pero también aquella que siempre fue, rescatada por el recuerdo del amor:
Ella habitaba su cuerpo
tratando de encontrarse.
Era difícil de entender que sin estar toda entera
palpitaba la misma que ella conocía.
La ausencia, como una aromática presencia,
pies desnudos sobre el musgo,
silencio de agua sin cintura,
dejándole la forma de un grito arrebatado.
Su recuerdo dibuja el pezón
y la exacta comunicación con el centro.
Hay un vacío largo de silencio mudo.

Recuerda los besos

y el pecho hundido se levanta aunado a la luz.

Al final se sale a flote, la vida siempre retoña: Camino a la vida es un canto al renacer, al coraje, a la gratitud hacia el cuerpo que noblemente nos sostiene:

Vivo la vida
como si hubiera nacido
en la mitad de la vida.
Miro mi cuerpo y admiro
su valor.
Me habito con orgullo.
Adopto la ausencia de mi pecho
y lo amo como a un huérfano.
Su existencia quema sin arder.
Al apoyar la mano
algo se agita
un desorden, un revuelo de ansiedades,
y claramente mi nombre.

En la poesía de Nela Río las sombras dan siempre paso a la luz, el amor salva bajo cualquier circunstancia y a cualquier edad. La madurez dibuja un nuevo paisaje, quizá menos bello, pero todavía en plenitud. La vida tiene alas, dice, mientras la pasión siga en vela:
Hoy espero tu primera mirada.
¿Gota de cera sellando nuestros días?
Contemplo tu proximidad
en los escalones de la calle.
Abro la ventana cuando tú apareces
y descorro las cortinas:
no quiero que el velo pasajero
me desfigure con su delgadez.
Me quito el vestido dejando que la luz
ponga más  caminos en mi piel.
Sé que soy todas y una
cuando se espera
la primera mirada.
Te hallo a mi lado
cuando abres los ojos
como una historia conocida.
Deseo tu cuerpo contra el mío
digo
y la vida tiene alas.

Vaya desde aquí un saludo a las poetas cuya palabra salva y a las mujeres cuyo coraje ennoblece.