sábado, 7 de marzo de 2015

En defensa del Monte de Venus

Siempre me había parecido que el monte de Venus tenía su razón de ser, por lo que esa costumbre de dejar la vulva a la intemperie, impuesta supongo por los no menos horrendos hilos dentales, me parecía espantosa. No sólo porque ese terreno baldío se ve feísimo (ni la de la Diosa Canales se ve guapa en esa exhibición) , sino por lo molesto y sacrificado que debe ser estar afeitándose ahí continuamente,  supongo que hasta habrá quien lo haga con cera, otra tortura más a la que las mujeres sometemos a nuestro martirizado cuerpo. Es por ello que me he tomado el trabajo de transcribir el texto que a continuación se lee. La singularidad del mismo es que está escrito por un hombre, (ellos tan aficionados a la pornografía… ¡y no me digan que esa cosa afeitada no luce porno!), lo que me exime de sospecha, ya que no faltará quien me tilde de envidiosa o anticuada, cuando no de tener esa zona  poco apetecible. El texto, además, lleva un epígrafe muy elocuente de Henry Miller (o sea que la costumbre no es tan nueva). Otra sorpresa encontrar que coincide conmigo  tan famoso escritor. Sin más preámbulo, aquí va:
“Un coño afeitado es como una ostra: insípido y horrible”
Henry Miller. Trópico de cáncer.

Centenares de hectáreas de monte de Venus son inmisericordemente taladas cada día por millones de féminas que armadas de terribles prestobárbaras, convierten en desierto ese oscuro objeto del deseo que el poeta Rafael Montesinos describe como “…esa ensortijada gracia oscura/cárcel de luz, recóndita angostura”.  Esta práctica aberrante, que atenta contra la estética, el erotismo y la sensualidad, nos ha llevado a un grupo de varones a constituir una organización no gubernamental (ONG) que hemos denominado “Defensores del Monte de Venus”, cuyo objetivo fundamental es evitar la tala despiadada de esa zona que el rey Salomón en su libro bíblico “El cantar de los cantares, capítulo 8, versículo 14, define metafóricamente así: “Corre, amado mío, corre como un venado sobre los montes llenos de aromas. Tu ombligo es un ánfora donde no faltan vinos aromáticos. Tu vientre, un haz de trigo rodeado de azucenas”.

Estos hermosos cantos del rey Salomón no tendrían hoy fuente de inspiración. El panorama actual es aterrador. Las prestobárbaras han convertido el monte de Venus, inspiración de poetas y cantores, en desérticas dunas. Esa zona que a mediados del siglo XX inspiró al poeta uruguayo Ángel Facal para decir “…y tu vientre es una ofrenda/ de los más dulces venenos,/ donde florece la felpa/ en un triángulo perfecto”, ha perdido su encanto y apenas los “Defensores del  Monte de Venus” estamos encontrando las causas. Hemos descubierto que esta práctica empezó tímidamente con el acortamiento del bikini. El monte de Venus le fue cediendo espacio a la prenda invasora y las mujeres fueron reduciendo el tamaño del geométrico espacio del armiño. Matemáticamente la ecuación se fue configurando: a menor tamaño del bikini, menor tamaño del monte de Venus. Hasta ahí, la cosa era aceptable. Pero un día se convirtió en tanga y entonces el espacio para el peluche en el monte de Venus se redujo a cero, con las tenebrosas consecuencias para la estética del cuerpo femenino, desnudo del erotismo y de la sensualidad.

La sensualidad, que es la manera más rápida, efectiva y agradable de encontrar la felicidad, ha recibido un duro golpe de parte de las “Taladoras del Monte de Venus”. Para el sentido de la vista, este triángulo equilátero ha perdido su encanto y los voyeristas están a punto de sublevación. El sentido del gusto no soporta el disgusto de una Cuca Barbie, al del olfato le cambiaron “montes llenos de aromas” por dunas desoladas y el noble sentido del tacto ha perdido su vellocino de oro, su vértice de visón, y ahora sólo cuenta con un desfiladero de espinas y púas, al que cualquier carnicero de Titiribí compararía con una banda de tocino.
Un monte de Venus acometido por el viento es música de hadas para el sentido del oído. A monte de Venus talado, oídos sordos.

Rodrigo Maya Blandón.“En defensa del Monte de Venus”. En: Mujer…tenía que ser. Una publicación no sexista y de mujeres, Nº11. Venezuela 2010. 

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