Siempre me han producido envidia actores y actrices por su capacidad de dejar
de ser ellos mismos para convertirse en otros, cada vez que salen a escena y,
de paso, convencernos de ello; sin contar la proeza de memorización de la que
me confieso incapaz. Acabo de presenciar Los
puentes rotos, monólogo del
dramaturgo venezolano Jhonny Gavlovski, dirigido por José Ramón Castillo y
representado por la talentosa y polifacética Amarú Mond, alias Caribay Vanegas,
por lo que lo me permito recomendarlo
ampliamente, ya que durante estos días se está llevando a cabo el final de
temporada.
Descalza,
ataviada con una delgada túnica, tan apropiada para quien desnudará múltiples
emociones con desgarro y sin pudor, la actriz encarna tres personajes
femeninos, -abuela,madre e hija- principalmente, junto a otras voces que
ocasionalmente se asoman para completar el climax dramático de la obra. La
tantas veces difícil, por paradójica, relación entre madres e hijas, todo un
tópico de la literatura, sobre todo de la escrita por mujeres, se hace presente
aquí abarcando gran parte de los traumas, desencuentros y carencias que tal
relación conlleva, como si de una relación de amor /odio se tratase. La
acertada penetración en un problema esencialmente femenino quizás se la deba
Gavlovski, según creo, a su profesión de
psicólogo clínico.
Amor/ odio, sí, será lo que une a la vez
que separa a tres generaciones de mujeres, desgarradas por la incomunicación,
los rencores, por el profundo amor que
se tienen y la culpa por no poder manifestarlo. Embarazos no deseados, la
amenaza del aborto, el egoísmo y la incomprensión, la frustrada relación con
los hombres, la infaltable crueldad, se barajan aquí frente a un espectador
que, desde su asiento, tan cercano a la actriz y por ella confrontado
repetidamente, no sin toques de humor, se siente parte de un drama tan humano y
por ello nada ajeno a las vivencias de cada uno.
La intimidad de la sala de teatro “Rafael
Daboín”, de la UNET, se presta para lograr
esa cercanía con el público, gracias a una escenografía sobria, donde el
claroscuro subraya los contrapuestos sentimientos, simbolizados por el agua que se derrama en
escena y, valientemente, sobre la propia
actriz. Las cuerdas que, colgando del techo, se atan y se rompen pretenden
significar esos “puentes rotos”, que sólo la manifestación del amor, así sea a
través del grito o del llanto, es capaz de recomponer.
Felicitamos a José Ramón Castillo por esta puesta en escena, siempre fiel a su vocación por el teatro y a su devoción por Gavlovski, uno de sus dramaturgos de culto, así como a Amarú Mond, por la intensidad con la que nos conmovió gracias a su expresivo y natural talento.
Jhonny Gavlovski |
Profesora Bettina Pacheco,recién estoy viendo esta reseña. Cuanto agradezco su compañía en nuestro espectáculo, no solo por la asistencia, me emociona que como espectadora usted estuviese presente en todos los sentidos; permitiendo que el teatro fuese una expresión viva, palpable, profunda. Infinitas gracias por ser parte de "Los Puentes Rotos".
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