Una
de las características que me ha interesado más sobre Trinidad & Tobago es
su multiculturalismo, rasgo que lo define como país. Aparte del calipso, la
parang y la música interpretada con steelpan, de mi mayor encanto, la cultura
india atrapa especialmente mi atención.
No sé si es verdad que las coincidencias no existen, que todo tiene su
razón de ser, pues la India continúa siendo una materia pendiente en la
historia de mis viajes, así que, en compensación, he encontrado aquí algo de
ese enorme país. Reuniendo coincidencias, en Venezuela comenzaron a transmitir,
poco después de mi partida para Trinidad, una telenovela brasileña: “India, una historia de amor”. La misma
se centra en el triángulo amoroso entre Maya, una joven rica de la casta de los
comerciantes, y sus dos amores: Bahuan, un amor prohibido porque se trata de un
“dalit” (un “intocable”) y su segundo amor, Raj, el marido con el que la casa
su familia, en un matrimonio “arreglado”, del que se enamora y al que le oculta
que ella espera un hijo del dalit. Se trata de una telenovela de la reconocida
autora Gloria Pérez, la misma que escribió El
Clon, otra telenovela brasileña de mucha sintonía en el país. Resulta que
esta historia de amor tuvo un gran éxito
en el 2009, cuando fue premiada con el International Emmy Award, como la mejor
del año. He podido seguirla por youtube y me ha cautivado totalmente. El
exotismo que se nos muestra, traducido en el precioso vestuario, lleno de velos
y colorido, en las joyas, adornos y maquillaje, así como la alegría trasmitida
por bailes y música, sin olvidar las locaciones filmadas en el propio Rajastán,
lugar de la India donde se desarrollan los acontecimientos, nos recrea con
mucho acierto una India propia de Bollywood.
Como
contrapunto al mundo de ficción, he podido tener un breve contacto con un
pedacito de la India trasplantado a Trinidad. Debo mencionar la visita al Museo
Indio del Caribe, único de su clase en el mundo, donde se nos habla de la
presencia de la cultura de ese país en la región. Tampoco puedo olvidar los dos
espacios sagrados: el Dattatreya,
centro de yoga y meditación, considerado
el Taj
Majal del Caribe, así como el Templo sobre el Mar. En este lugar los
ciudadanos de origen indio incineran a sus muertos, según la costumbre
ascentral. Dato curioso es que ese templo fue construido por el devoto trabajador inmigrante, Sewdass
Sadhu, durante 17 años, cargando los materiales en su vieja bicicleta, en ese
preciso lugar, Waterloo, elegido porque las orillas del mar le recordaban al sagrado
Ganges.
De
modo que se trata de una comunidad que tiene una gran relevancia dentro de la
sociedad trinitaria, tanto en el mundo de la política como en la economía. La
primera ministra, Kamla Persad Bissessar, así como gran parte de los médicos
del país, según nos informaron en el museo, son de origen indio. Por mi parte,
lo poco que he podido comprobar, gracias a mi inconfesable pasión por el
shopping y, en especial, por la ropa y accesorios indios, es que los empleados
de esas tiendas son amables, muy sonrientes y confiados. Mis amigas y yo hemos
notado que los trinitarios, en general,
no son de sonrisa fácil, y que se nos persigue con desconfianza en las
otras tiendas, como si se sospechara de posibles robos (parece que l@s
venezolan@s no tenemos muy buena fama aquí, al menos eso me han dicho. Parece
mentira… Estamos tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, ¡cuánto nos
desconocemos!). Sin embargo, los indios son lo opuesto, demasiado confiados, no
te persiguen y hasta se han ido a la trastienda, dejándonos junto a objetos que
bien podríamos desaparecer sin que se dieran cuenta. Además, la dulzura y la
calma que reflejan y trasmiten me han parecido notables. Me pregunto a qué se
deberá esto. ¿A que son una comunidad muy religiosa? ¿A su devoción por Lord
Ganesha, el dios con cabeza de elefante?
¿O es simple apariencia, primera y superficial impresión de turista? Es
posible…
Pues
le ha tocado al Daily Express, uno de
los diarios trinitarios de mayor circulación, mostrarme la otra cara de la
moneda. En un sustancioso reportaje, el diario comentaba la infame situación de
muchas viudas en la India, contándonos la historia de Lalita Goswami, quien luego de
enviudar de un sacerdote hindú, que la golpeaba y abusaba de las drogas hasta
morir por una sobredosis, quedó sola con sus tres hijos. En consecuencia, su cuñado
la expulsó de su casa; su propia familia, a la que tuvo que acudir en su
desamparo, la consideró una carga económica e incluso los vecinos la menospreciaron. En vista de
esto, la madre decidió enviarla a
Vrindavan, una ciudad del centro de la India, conocida como la Ciudad de las
Viudas. La conclusión que Lalita sacó de tal situación fue que a pesar del
horroroso matrimonio, era mejor estar casada.
Hoy
en día cerca de 15.000 viudas viven en Vrindavan, donde se dice que creció el
dios Krishna. Se trata de una ciudad de 4.000 templos, a la que hoy acuden
muchas viudas para escapar del abuso que padecen en sus hogares, ya que los
parientes de los respectivos maridos no les permiten heredar lo que les
corresponde. Las condiciones de vida son realmente precarias para estas viudas,
quienes viven en ashrams sostenidos
por la caridad pública. Tal situación podría explicar la costumbre ascentral,
conocida como sati, según la cual las viudas se arrojaban a la pira en
la que se incineraba al marido, su único sostén y protector. Esta práctica ha
sido prohibida, pero las viudas no han podido deshacerse de su estigma, ya que
son consideradas pavosas, sobre todo para la cultura Bengalí. Su presencia en
bodas y festivales es rechazada y hasta su sombra es consideraba de mala
suerte. En resumidas cuentas, las viudas son tratadas como “intocables”.
Tal
falta de humanidad ha preocupado a las autoridades hasta el punto de que la
Suprema Corte ha ordenado mejorar la vida de las mujeres en Vrindavan, debido
sobre todo al reciente hallazgo de cuerpos envueltos en sacos y lanzados al
río. El gobernador del Oeste de Bengala, lugar de donde proceden la mayoría de
las viudas que viven en los ashrams mencionados,
ha prometido dirigir algún presupuesto para mejorar tan vergonzosa situación.
Aunque muchos trabajadores sociales desconfían de tales iniciativas, ofrecidas
en el pasado, pero que no llegan a concretarse con éxito en la práctica. Todo este
drama se resume en las palabras de Guddi, una viuda de 70 años: “Si yo hubiera
nacido hombre, mi vida hubiera sido mejor”.
Es
claro que estos prejuicios se han mantenido sobre todo en las zonas rurales y
que en la actualidad la situación de las viudas no es así de extrema en las ciudades.
Las cosas han mejorado para muchas de ellas, ahora pueden casarse de nuevo y
heredar. Pero las desigualdades continúan y es esta la razón de mi reflexión.
¿Cómo un pueblo tan religioso y rico en tradiciones y sabiduría, con gente tan
dulce y sonriente, puede albergar tan
grandes contradicciones como la de la discriminación hacia mujeres y
dalits? Pensando en todo esto recordaba
a un apreciado académico indio, quien en una reunión de hispanistas nos
comentaba sonriendo con condescendencia: “todos hablan de la espiritualidad de
la India, pero nadie del materialismo de la India”. Y es en medio de ese materialismo, tan evidente en la
telenovela a la que me he referido, en la que se muestra reiteradamente el
regusto por los bienes materiales de la casta de comerciantes, donde se
evidencia también el sometimiento de la mujer. En una escena de la novela, Maya
le dice a Raj, refiriéndose secretamente al hijo que tuvo con el dalit: “Si tú
cometes un error, eres purificado por Pandit, el sacerdote, con las aguas del
Ganges, y no pasa nada. Si yo cometiera un error me azotarían y tendría que
arrojarme a un pozo”.
Las mujeres no podemos descuidarnos con respecto
a las conquistas logradas, prueba de ello es el caso de la adolescente
pakistaní Malala Yousafzai, quien en días pasados recibió unos disparos en la
cabeza, que la tuvieron al borde de la muerte, de manos de activistas
talibanes. Malala, con sólo 15 años, se había hecho célebre debido a su lucha
por evitar que a las niñas de la zona donde vive se les prohíba asistir a la
escuela y educarse. Un diario por ella escrito, donde expresaba sus protestas,
salió a la luz pública gracias a la prensa mundial. Eso fijó su sentencia de
muerte. Actualmente la joven se recupera, luego de ser atendida en un hospital
del Reino Unido. Parece que es una constante de las religiones o, mejor dicho,
de la interpretación que el patriarcado hace de sus postulados, como bien
afirma Fátima Mernisi, haciendo referencia al Corán, el dictaminar que la mujer es inferior al hombre y que por
ello le debe obediencia. Una realidad que ni Bollywood puede soslayar. NAMASTE!